jueves, 21 de junio de 2012

Siempre

La vela se fue consumiendo lentamente tras siete años de agonía. El dolor causado por el azar de la vida fue de esos sin solución. Él, según tenía entendido, era una persona refunfuñona, pero de buen corazón. Le gustaba ir al huerto, como a todos los abuelos, le gustaba ir al pueblo y dejar por unos días la gris ciudad. Ahora deja un enorme vacío en su casa. Las lágrimas de su esposa no cesaran, él era la persona con la que se había levantado cada mañana desde hacía muchos años. Pero ahora ya no está.
Tras una larga semana de dolor punzante su luz se vio truncada, como la de tantos por una enfermedad que nos toca de cerca a todos. 

  Siempre.

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